sábado, 18 de enero de 2014



No creo que sepas que se crea en mi estómago una calidez aérea cuando llegas con tus músicas perdidas y tus drogas tan poco diseñadas. Ni que mi espejo es tu estampa, que mi sangre es tu corona y que un atisbo de lo digno se me dibuja en la cara si amaneces a lo lejos esperándome aquí mismo. Esas cosas no se saben, hermano de naufragios en corrientes alternas eternamente discontinuas. Se sienten, como el beso de Dino en el lóbulo de un antiguo paraíso en cuesta con nombre de santo que nunca hizo daño a sus amigos.