sábado, 22 de febrero de 2014




Preparando el número 22 del Mundo Freaky. Habrá ruido, 

científicos de los de verdad, locos maravillosos

arte psiquedélico y alguna otra cosa de las que más nos 

gustan... Estamos en ello.








 








miércoles, 5 de febrero de 2014




"conocí a Neal C, el chico de Kerouac, poco antes de que bajase a tenderse junto a aquella vía de ferrocarril mexicana para morir. los ojos se clavaban en ti como palillos de dientes y Neal, con la cabeza junto al altavoz, se movía, saltaba, miraba insinuante, con su camiseta blanca de manga corta y cantaba como un cuco al compás de la música, precediéndola justo un pelo, como si fuese él quien dirigiera el espectáculo. yo, sentado con mi cerveza, le miraba. ya me había liquidado un paquete o dos de seis botellas. Bryan estaba dando instrucciones y material a dos chavales que iban a cubrir aquel espectáculo que siempre prohibían. en fin, no sé exactamente qué pasaba con aquel espectáculo del poeta de San Francisco, cuyo nombre ya no recuerdo. pues bien, nadie se fijaba en Neal C y a Neal C no le preocupaba, o eso hacía ver. cuando la canción acabó, se fueron los dos chavales y Bryan me presentó al fabuloso Neal C. 
—¿una cerveza? —le pregunté. 
Neal echó mano a una botella, la tiró al aire, la agarró, quitó el tapón y vació el medio cuarto de dos largos tragos. 
—toma otra. 
—vale. 
 (...) y unos días después me telefoneó Bryan: 
—murió Neal, murió Neal. 
—hostias, no. 
luego Bryan me explicó algo más del asunto. y nada más. sí, no había duda. tantos viajes, tantas páginas de Kerouac, tanta cárcel, para morir solo bajo una gélida luna mexicana, solo, ¿comprendes? ¿ves los pequeños cactus miserables? ¿ves cómo miran los animales del desierto? las ranas, cornudas y simples, esas serpientes como hendiduras de mentes humanas que reptan, se paran, esperan, mudas bajo una muda luna mexicana, reptiles, rumores de cosas, contemplando a aquel tipo allí en la arena con su camiseta blanca de manga corta. Neal había encontrado su movimiento, no hacía daño a nadie, el tipo duro de la cárcel, allí tumbado junto a una vía férrea mexicana. esa única noche que estuve con él, le dije: 
—Kerouac ha escrito todos tus otros capítulos, yo he escrito ya el último tuyo. 
—adelante —dijo él—, escríbelo. punto y aparte. 

(Charles Bukowski, de "Escritos de un viejo indecente")